El “Depósito Ingeniero Paitoví” o “Depósito Constitución” es declarado Monumento Histórico Nacional.

Este palacio de aguas, se encuentra ubicado en Entre Ríos 1441 en el barrio de San Cristóbal.

El Poder Ejecutivo a declarado a través del Decreto Nº 520/22, como Monumento Histórico Nacional al Depósito Ingeniero Paitoví junto al depósito de gravitación Caballito y Villa Devoto tres grandes obras del saneamiento argentino. Mientras que la Primera Torre de Toma, ubicada en el Río de la Plata, en la Ciudad se a proclamado como bien de interés industrial nacional.

La declaración de Monumento Histórico Nacional es “la mayor protección que se le puede dar a los edificios, ya que toda modificación que se le quiera hacer tiene que ser presentada a una comisión evaluadora. Eso protege el patrimonio y cuida que la historia no se pierda”, explicó a Télam la arquitecta Celina Noya, coordinadora del Museo del Agua.

De este modo, los tres grandes tanques de abastecimiento “tenían todos los puntos para ganar la declaración, ya que contaban con calidades estéticas, arquitectónicas, históricas y de mantenimiento. A la Torre de Toma, que no tiene magnitud con esos edificios, se le creó una nueva categoría como Bien de Interés Industrial, cuyo grado de protección es el mismo”, resaltó Noya.

Si bien hoy se encuentra fuera de actividad, la Torre de Toma fue habilitada en 1895 para captar el agua del río y enviarla a para su tratamiento y distribución, a través de un gran tanque de distribuidor de agua, conocido actualmente como el Palacio de las Aguas Corrientes.

Con este edificio, ubicado en el barrio porteño de Recoleta sobre la avenida Córdoba, “empezó la historia de la salubridad”, ya que nació como depósito de gravitación para la distribución de agua corriente a raíz de “las grandes epidemias y de la mortandad de una población que no contaba con servicios de agua”, señaló Noya durante una visita guiada por el imponente palacio, declarado Monumento Histórico Nacional en 1989.

Sin embargo, el primer gigante del agua, cuyo diseño estuvo a cargo de ingenieros ingleses, “ya tenía su acta de defunción firmada cuando fue inaugurado” en 1894, debido al crecimiento poblacional y la ola de inmigrantes que experimentaba la ciudad de Buenos Aires.

Por este motivo, en los años 1915 y 1917 fueron inaugurados los depósitos gravitacionales de agua de Caballito y Villa Devoto, respectivamente, para “continuar la historia del lugar que el gobierno le daba a la higiene pública a través de un proyecto nacional”, que imitaba la estructura completamente importada del Palacio de las Aguas.

De este modo, el estilo arquitectónico “ecléctico y neorrenacentista” del palacio también se reflejó en la construcción de los depósitos de Caballito y Devoto, cuyo interior alberga grandes tanques con una capacidad de guardado de 72.300.000 litros de agua.

Estos depósitos, ubicados en las zonas más elevadas de la Ciudad con relación al nivel del mar, tenían la función de almacenar y distribuir el agua corriente a través de la red hídrica subterránea.

Como la población continuó incrementándose, en 1957 fue inaugurado el último depósito, “Ingeniero Paitoví”, en el cual actualmente circulan 8.500.000 metros cúbicos de agua potable al mes.

De esta forma, cada uno de los “cuatro gigantes” del agua representa “el momento político en que fue construido”.

El primero era la opulencia, Caballito y Devoto están en el medio, y Paitoví, el último, bien simple y económico, de estilo racionalista”, aseveró la arquitecta.

Si bien el palacio ubicado en Recoleta no almacenó más agua luego de 1978, allí funciona actualmente la sede del Programa Cultural de AYSA, que cuenta con un archivo histórico de planos y expedientes abierto al público, oficinas administrativas, una biblioteca y el Museo del Agua, creado por Jorge Tartarini, arquitecto fallecido en 2019.

“La preocupación de él era siempre que la familia de los cuatro gigantes del agua esté protegida. Yo siempre resalto la importancia de tener un conjunto de edificios para preservar la importancia de la historia”, aseguró la arquitecta al respecto.

En la actualidad, en el Palacio de las Aguas se conservan los enormes tubos de metal, importados de Bélgica, que transportaban el agua a través de los conductos y los vasos comunicantes con la ciudad, al tiempo que aún se evidencia la marca del agua en las columnas de su depósito, llegando casi hasta el techo.

Por el contrario, Devoto y Caballito todavía funcionan como depósitos de agua de emergencia, ya que “son edificios muy nobles y lo que hacen es ayudar al sistema, ya que guardamos unos cuantos litros ahí, pero no forman parte de la distribución normal”, aclaró Noya.

Por su parte, Iván Garnica, encargado del archivo histórico del Palacio de las Aguas, destacó el almacenamiento de planos domiciliarios desde 1889 e información que “en otros lados no se encuentra”.

El enorme archivo cuenta con un exhibitorio donde figuran planos pertenecientes a los cuatro gigantes del agua, torres de toma, e incluso domicilios de figuras emblemáticas, como presidentes y artistas.

A su vez, una carpeta verde agua contiene el expediente de los ejercicios de defensa antiaérea que se utilizaban en las empresas de servicio básicos del Estado -como agua, luz y gas- durante el período de la Segunda Guerra Mundial, que indicaba donde se iban a posicionar las baterías antiaéreas “para evitar, en caso de una situación real, que los ataques pudieran afectar a los servicios vitales de la ciudad”, explicó el encargado del archivo.

Durante la visita Garnica explicó a esta agencia que, desde la fundación de Buenos Aires, “eran habituales las epidemias como el cólera, la fiebre amarilla y el tifus, ya que la mayoría eran enfermedades de transmisión hídrica. Todas esas enfermedades, que eran típicas de una ciudad que no tenía agua segura”.

Por este motivo, tanto la mortalidad como las enfermedades “fueron disminuyendo a media que se obligó a la población a la conexión de agua. Por ley, las personas que no se conectaba al servicio tenían que pagarlo igual, lo que representaba una forma de evitar la propagación de enfermedades”, sostuvo Garnica.

“Es algo que está íntimamente ligado: el abastecimiento de agua potable y la disminución de la mortalidad por las enfermedades que ocurrían en ese momento”, añadió.

En la actualidad, el proceso de potabilización se realiza a través de las plantas General San Martín, en Palermo, la planta General Belgrano, en Quilmes, y la planta General Rosas, en Ingeniero Maschwitz, a partir de las cuales se distribuye el agua potable a través de los ríos subterráneos para que llegue a viviendas de la ciudad y el conurbano bonaerense.
Télam.