Vivió en una casona ubicada en la calle Rioja 771, en el barrio de Once. Años después funcionó allí el templo más visitado por los fieles de la Madre María. Esa casa supo ser su hogar, donde pasó la vida con su marido hasta que este fallece.
Su nombre fue María Salomé Loredo y Otaola y nació en la provincia de Vizcaya, España. Emigró a la Argentina de niña con su familia en el año 1869, y se instalaron – en una primera instancia- en la localidad de Saladillo.
Se estima que María habría nacido el 22 de octubre de 1855, y según cuenta la leyenda, la noche en que nació se había desatado una terrible tormenta pero que, al nacer la niña, de inmediato cesó.
La Madre María se casó dos veces, su primer matrimonio fue con un estanciero llamado José Antonio Demaría y tuvieron un hijo, pero lamentablemente falleció a sus seis meses de vida debido a una enfermedad. Unos años después, fallece también su marido. A partir de ese momento María se la ve muy poco. Únicamente en reuniones destinadas a la asistencia social y en las misas de los domingos.
En 1880 María conoce a su segundo esposo: Aniceto Subiza, un comerciante oriundo de la localidad de Saladillo, hombre de sólida fortuna.
Alrededor de 1881 María es diagnosticada con un tumor maligno de pecho, dándole los médicos muy pocas esperanzas de vida.
Pese a lo largo y molesto del viaje, va a “El Porvenir”, estancia de la localidad de Salto, en la provincia de Buenos Aires en donde María Loredo visita a Pancho Sierra por primera vez, alguien allegado le había de este hombre. Y sobre el suceso se relata lo siguiente:
María Salomé lo consulta por su enfermedad y Don Pancho “Le aconsejó sobre la alimentación y le enseñó ejercicios de respiración que ayudarían a curar su enfermedad y aliviar las molestias, en el año 1891 María se había recuperado completamente”
y le afirmó “No tendrás más hijos de tu carne, pero tendrás miles de hijos espirituales. No busques más, tu camino está en seguir esta misión.”
Luego de morir su segundo esposo María comienza una nueva vida dedicada a los necesitados. En 1891 recorre los conventillos y barriadas pobres ayudando a quienes lo precisaban: reparte bienes, consigue trabajos, resuelve problemas y predica sencillos sermones cristianos en la sala de su casa de La Rioja 771. Comienza a ser conocida como “La dama del manto negro” y había adquirido tanta fama que su casa empieza a llenarse de gente. Transforma la sala en una especie de templo -con unos bancos, algunas imágenes- y predica el Evangelio vestida con una túnica blanca. Sus palabras atraían a gente desesperada, a enfermos en busca de un milagro y a quienes necesitaban consejos, y a una multitud de curiosos.
En noviembre de 1915 deja la casa en Buenos Aires y se radica en Villa Turdera en el hogar de la familia Bisighini para difundir su doctrina pero luego se mudó a una casilla de maderas y chapas. Predicaba austeridad, ascetismo y consideró que su vida debía ser ejemplo de sus palabras.
Su muerte registra una de las grandes manifestaciones de dolor popular. Una multitud la veló en su casa de Turdera y acompañó el féretro a través de la ciudad hasta el Cementerio del Oeste (Chacarita). Fue un verdadero duelo cívico.
Todos los 22 de octubre (día de su nacimiento) y 2 de octubre (día de su fallecimiento) el cementerio del Barrio de Chacarita – donde descansan sus restos– es visitado por sus seguidores y fieles quienes depositan claveles blancos y rojos en su memoria y esperanzados en la creencia que dice que quien arroja flores a la Madre María, y toquen sus manos, el devoto será favorecido en su plegaria.