Como bien sabemos, el tango nació a principios del siglo XX, en los primeros conventillos de Buenos Aires. Alojaban a las familias de inmigrantes recién llegados, escapando de la guerra, crisis y hambruna. Y si bien también es cierto que estos recién llegados venían, generalmente, de Italia o España, la realidad es que otros recién llegados – los judíos- trajeron consigo también parte de su cultura. Este fue un condimento necesario y que aportó mucho al tango. Hablamos de influencias klezmer.
En agosto de 1889 llegó al puerto de Buenos Aires el barco a vapor Wesser, y trajo consigo a 824 personas, todas ellas de origen judío.
Nuestro vocabulario porteño – y tanguero-, conocido como lunfardo, está formado por el aporte cultural que cada sociedad de inmigrantes traía consigo. Los judíos proporcionaron muchas palabras a este vocabulario. Una historia cuenta que las primeras mujeres que se animaron a fumar en público fueron las jóvenes judías y que para pedir un cigarrillo usaban la palabra en idish papirosen. Con el tiempo y el uso de esta palabra derivó en una de nuestro lunfardo, que fue papirusa, significando esta: mujer bella.
La inmigración seguía trayendo grandes músicos de Europa, entre ellos grandes violinistas judíos de Polonia, Rusia o Rumania. Paradójicamente –o no- , los barrios de Balvanera, Abasto, Villa Crespo, Paternal, Almagro, fueron los barrios y cunas del tango por excelencia.
Fueron muchos los judíos que contribuyeron al tango y no hubiera sido lo mismo sin ellos. A continuación, voy a detenerme a mencionar a alguno de ellos: bandoneonista Antonio Gutman – en 1914 formó la Orquesta típica “El Rusito”, Arturo Bernstein “el alemán”, Alberto Soifert, entre muchos otros.
Un nombre emblematico en la escena del tango fue Arturo Bernstein, apodado «el alemán», considerado el mejor bandoneonista de la época, pero su mayor obra fue la creación de la escuela «sistemática y nacional de bandoneón». De su mano y de su escuela, surgen varios bandoneonistas famosos entre los 20 y 30.
A la Orquesta de Juan Maglio se une el joven pianista judio, Alberto Soifert, el cual después de participar en las más grandes orquestas como Canaro, Fresedo Troilo y Gobbi, llega a dirigir su propia orquesta, la cual llevaba su nombre.
Uno de los pocos judíos que llegaron a ser director de orquesta fue Ismael Spitalnik.
Ismael Spitalnik fue uno de los músicos más completos en la historia del tango -bandoneonista, director, arreglador musical y compositor- nació en Buenos Aires el 27 de agosto de 1919, en el seno de una humilde familia judía obrera integrada por ocho hermanos. Participó como musico en las orquestas más importantes de la Época de Oro del tango, por ejemplo, con Angel D´Agostino (1939/1943), Juan Carlos Cobián (1943), Horacio Salgán (1944/1945), Miguel Caló (1945/1946).
Raúl Kaplún, violinista, director, compositor. Creó la “escuela virtuosística” en el tango, con una gran similitud o influencia del violín Klezmer.
Se llamaba Israel Kaflún y había nacido en Balvanera. Su padre, Leiser Kaflún, se ganaba pobremente la vida como vendedor ambulante de gorras y sombreros, que llevaba en un gran cesto de mimbre. Clara Finkel, su mujer, ambos habían llegado de Besaria, era el nombre de lo que hoy denominamos Moldavia. Los dos primeros hijos de la pareja murieron de escarlatina. El tercero en llegar al mundo fue Israel. Unos inquilinos negros, que ocupaban otra pieza del caserón, se encariñaron con el chico, y a ellos se debió que su nombre cambiara por el de Raúl. Les parecía que así lo llamaba Clara: “¡Srul! ¡Srul!”, porque de esa manera sonaba Israel en ídisch.
Kaplún aporto al tango obras de arte, como por ejemplo las interpretadas por Demare como Canción de rango (Pa’ que se callen), cantado por Roberto Arrieta en 1942, Una emoción, grabada por Raúl Berón en 1943, Que solo estoy, que Demare registró con Berón y Carlos Di Sarli con Alberto Podesta. También grabó posteriormente Demare en 1945 Nos encontramos al pasar.
Era muy común que los músicos judíos usaran seudónimos. Se dice que en una oportunidad Celedonio Flores le dijo al hermano mayor de Marcos Zucker:
“Si querés cantar tango no podés llamarte León ni Zucker”
Y que después de eso, cambió su nombre por Roberto Beltrán.
También podemos nombrar a los hermanos Rubistein: Elias Randal (Rubistein), Luis Rubistein, quien escribió más de 50 letras de tangos, Oscar Rubens, – escribió tangos como: Al compás de un tango, Bésame mi amor, Calla bandoneón, Canta pajarito, entre muchos más.