Si el tango es la música de Buenos Aires, el fileteado es su trazo, su letra escrita a mano, su firma.

El fileteado porteño, un arte popular que caracteriza a la Ciudad de Buenos Aires.

Enroscado, recargado y dramático, como el espíritu porteño, él y sus mensajes son un llamado de atención a quienes habitan la ciudad, para que no olviden sus orígenes, su historia, e incluso, su filosofía de vida.

El fileteado porteño es un arte decorativo y popular nacido a principios del siglo XX en la ciudad de Buenos Aires. Sus realizaciones se pueden contemplar en autobuses urbanos, camiones y señalizaciones y son cada vez más frecuentes en la decoración del hogar. También es muy utilizado en diseño gráfico, publicidad, indumentaria, bodypainting y tattoo.

La técnica del fileteado comenzaba por el uso de un «espúlvero», un papel en el que se realizaba el diseño para después perforarlo con un alfiler. Este papel se colocaba sobre la superficie en la que se iba a plasmar el dibujo y se rociaba con tiza o carbón. De esta forma, la superficie quedaba marcada para poder pintarla sin errores. Luego se utilizaba el reverso del espúlvero para obtener la misma imagen pero del revés y lograr la simetría tan características del fileteado.

Para pintar, en sus inicios se utilizaba aceite de lino, cola y colores naturales. Ahora se utiliza el esmalte sintético, que resiste al tiempo y a la intemperie, y para los filetes rectos se usa un pincel llamado “bandita” que se caracteriza por tener los pelos muy largos y un mango muy corto.

Este estilo artístico está caracterizado por líneas que confluyen en espirales, siempre con colores fuertes y la utilización de la simetría y de efectos tridimensionales. Además, entre sus particularidades encontramos la utilización de letras góticas o tipografías muy adornadas, las limitaciones de las composiciones en marcos, la marcación de sombras y claroscuros que crean fantasías de profundidad, y la sobrecarga del espacio a pintar. También se caracteriza por la conceptualización simbólica de muchos de los objetos representados: la herradura como símbolo de buena suerte, los dragones como símbolo de fuerza, las flores como símbolo de lo hermoso, etc. Los objetos pintados suelen aparecer acompañados de filigranas, arabescos, borlas, guardas, pergaminos, copones o cornucopias.

En los diseños se incluyen imágenes que guardan relación con el patrimonio cultural de la ciudad, incorporan elementos de carácter social o religioso y constituyen una forma de memoria colectiva. La temática popular de esas imágenes comprende, entre otras, representaciones de santos y personalidades políticas admiradas, así como de estrellas musicales e ídolos deportivos. Estas se acompañan de frases breves que pueden ser graciosas, emotivas, filosóficas, y suelen ser acuñadas por la sabiduría popular.

La historia del fileteado que poseemos está basada en la recopilación de testimonios de los maestros de este oficio. Al igual que en el tango, no hay un primer artista ni una fecha exacta que permitan determinar con exactitud el inicio de esta práctica. Sin embargo, muchos coinciden en que fueron tres inmigrantes italianos los que desarrollaron casi espontáneamente el filete a principios del siglo XX: Cecilio Pascarella, Vicente Brunetti y Salvador Venturo, quienes posteriormente tuvieron como primeros continuadores a sus propios hijos.

Una anécdota cuenta que en la Av. Paseo Colón existía un taller de carrocerías en el que trabajaban colaborando en tareas menores dos niños humildes de origen italiano, Salvador Venturo y Vicente Brunetti. Un día el dueño del taller les pidió que dieran una mano de pintura a un carro, que por aquellos tiempos, estaban pintados en su totalidad de gris, el color municipal reglamentario. Quizás por travesura o sólo por experimentar, los niños pintaron los chanfles del carro de colorado y esta idea gustó a su dueño. A partir de ese día otros clientes quisieron pintar los chanfles de sus carros con colores y otras empresas de carrocería imitaron la idea.

La siguiente innovación fue incluir carteles en los que figuraban el nombre del propietario, su dirección y la especialidad que transportaba. Al pintor que decoraba los carros se lo llamaba fileteador. Esta palabra deriva del latín filum, que significa hilo o borde de una moldura, refiriéndose en arte a una línea fina que sirve de ornamento.

La aparición del automóvil provocó el cierre de las carrocerías instaladas fuera de las ciudades, por lo que los carros de los campos y las estancias debieron ser llevados a las ciudades para ser reparados de los daños ocasionales. Al hacerlo, también se los ornamentaba con el fileteado y, así, el filete pasó de lo urbano a lo rural, pasando a ser común ver carros campestres pintados de verde y negro con filetes verde amarillentos.

Los carros fueron reemplazados, con el progreso, por el camión y el colectivo que, serían los nuevos portadores del filete porteño. Estos vehículos presentaban todo un reto para el fileteador por ser mucho más grandes. En las empresas de carrocerías trabajaban carpinteros, herreros, pintores de lizo y fileteadores. El camión llegaba con su chasis y cabina de fábrica, y se le fabricaba la caja, que podía ser de madera dura de lapacho o de pino. Luego, el herrero forjaba los hierros creando ornamentos. El trabajo del fileteador llegaba al final y pintaba sobre andamios. Solía decorar los paneles laterales de madera con flores y dragones, mientras que la tabla principal se ornamentaba con algún tema propuesto por el dueño. Por otro lado, al colectivo se lo pintaba más elemental, sin figuras. Se usaba mucho, en cambio, la línea arabesca y los frisos, en forma horizontal. El nombre de la empresa se escribía en letras góticas y el número de la unidad solía diseñarse de manera que se relacionara con el número de la quiniela. El colectivero, no quería que este se pareciera a un camión de verdulería, por lo que las flores estaban “prohibidas”. En el interior se fileteaba ocasionalmente la parte trasera del asiento del conductor.

El primer intento serio de valorar el fileteado fue la adquisición de tablas a distintos fileteadores hecha por la escultora argentina Esther Barugel y su esposo, el pintor español Nicolás Rubió, en el marco de una investigación minuciosa sobre la génesis del fileteado. Estos exhibieron las obras en la galería Wildenstein el 14 de septiembre de 1970, fecha en la que actualmente se celebra el día del fileteado porteño, en conmemoración a la primera vez que este arte se presentó en una galería.

La exposición fue un éxito e hizo que la gente de la ciudad comenzara a apreciar aquello que veía cotidianamente circular por las calles, pero a lo que nunca había prestado especial atención. Así, el fileteado dejó de verse como una simple artesanía que servía sólo como un ornamento para carro o camión, y se le dio una mayor importancia, reconociéndose en el país y en el exterior como un arte de la ciudad, que desde entonces se “separó” del camión y se extendió a todo tipo de objetos.

En 1975 una ordenanza (SETOP nº1606/75)prohibió su uso en los colectivos argumentando que producían confusión en los pasajeros al momento de tener que leer los números y recorridos de los mismos. A esto se sumó, la crisis económica que produjo el cierre de la mayoría de las fábricas de carrocerías que mantenían a los fileteadores como empleados. Esto llevó a que este arte deba trasladarse a otros espacios. Se comenzó a usar en la decoración de objetos, en el lenguaje publicitario, en el bodypainting, entre otros. Con lo cual el fileteado se desprendió definitivamente del soporte original, los vehículos, adquiriendo una nueva e impensada autonomía.

De esta manera, el fileteado fue adquiriendo una gran significación y pasó a convertirse en el emblema iconográfico que mejor representa a la ciudad de Buenos Aires, siendo una curiosidad por parte de los extranjeros. El 1º de diciembre de 2015 el fileteado fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

Cabe destacar que en los inicios del Fileteado eran pocas las mujeres que realizaban este arte. Los hombres fueron quienes lo crearon y practicaron durante décadas ya que los pedidos de obras eran realizados por camioneros y colectiveros, oficios que eran considerados poco apropiados para las mujeres.

A partir de la década de los 90 muchas comenzaron a interesarse por este arte en el cual solo se les hacía referencia cuando se trataba de una madre, una virgen o una sirena. Con el tiempo, algunos artistas comenzaron a dar talleres de fileteado a los que acudían y acuden, mayoritariamente mujeres. Así, de a poco, pintoras talentosas fueron aprendiéndolo y de esta manera se llegó en septiembre de 2003 a organizar una muestra de obras realizadas por 15 mujeres en el Museo de Arte Popular José Hernández.
Redacción Abasto: @Lola Sadovsky.

Paseo del filete. Jean Jaures 700. Abasto Buenos Aires