El Abasto zona de tango y fileteado dos rasgos que caracterizan nuestro arte nacional.
En Jean Jaures al 700, entre Zelaya y Tucumán, ubicamos un sector compuesto por seis casonas construídas a principios del siglo XX, decoradas con la técnica del “filete” arte con el que antiguamente se adornaban los carros y cajones verduleros del tradicional Mercado de Abasto.
El fileteado porteño, nació a principios del siglo XX en Buenos Aires. Se usaba para embellecer los vehículos de cargo, carros, y más tarde camiones y colectivos.
De acuerdo con algunos registros, el nacimiento del fileteado porteño, es atribuido a inmigrantes italianos trabajadores de fábricas de carruaje que decidieron empezar a adornar los vehículos. En principio se trataba sólo de líneas que separaban los colores, que con el paso del tiempo se transformaron en adornos, que poco a poco fueron tomando las características del filete. El trabajo de armar un carro convocaba a carpinteros para armar los lados y las ruedas, herreros que se encargaban de las partes de metal, pintores y por último el artista del filete, encargado de adornar el carro según los deseos del propietario. Dependiendo del tiempo y del dinero destinado para tal fin, se observaban dos estilos: “concurrido” y “menos concurrido”.
Prontamente el filete se transformó en un estilo complejo, original e incomparable, dadas sus características de colores intensos, purismo, utilización de sombras para dar profundidad, su tipografía gótica y muy decorada, su simetría, enmarcar la composición, y el uso de los símbolos.
Este arte popular fue reconocido como tal cuando empezaron a reunir la obra de algunos artistas famosos, y fue en 1970 que se realizó la primera exposición de filete. A pesar de ello su decadencia fue inevitable.
En 1975 se aprobó una ley que controlaba los textos en los colectivos y que prácticamente prohibía el fileteado. Como de costumbre el país atravesó una crisis económica que obligó a cerrar una importante cantidad de tiendas donde trabajaban los pintores.
Muchos maestros ancianos murieron y los que quedaron vivos, no pudieron pasar su conocimiento a la nueva generación, por falta de trabajo. Nada se pierde, todo se transforma y la desaparición del filete clásico dió paso a un estilo nuevo. A partir de ese momento el fileteado comenzó a plasmarse en publicidades y diversos objetos de decoración. Alejado de su contexto original se liberó y se trasladó a la publicidad, diseño gráfico, y tatuajes.
Gracias a su supervivencia, con el tiempo fue convirtiéndose en el símbolo iconográfico de Buenos Aires, mientras el tango era la tendencia musical de la ciudad. Este florecer, desarrollarse, desaparecer y volver juntos los ubicó como a los representantes más populares de la identidad de la ciudad de Buenos Aires.
En diciembre de 2015 declararon al fileteado porteño como patrimonio cultural de la UNESCO.