La historia detrás de este sabroso clásico.
Comer ñoquis los 29 de cada mes, es una costumbre muy argentina, pero su origen data del siglo VIII y un jóven médico de nombre Pantaleón como el iniciador de esta gustosa y esperanzadora tradición.
Cuenta la historia que este jóven nació a fines del siglo III, en lo que hoy conocemos como Turquía, se trataba de un hombre sencillo que se recibió de médico y se convirtió al cristianismo. Su fe lo conduciría hasta el norte de Italia, donde los ñoquis / gnocci, ya eran un plato tradicional.
Pantaleón peregrinaba por Italia ayudando a los pobres y curando a los enfermos, se dice que practicó gran cantidad de curaciones milagrosas, razón por la cuál, tras su muerte fue canonizado.
La leyenda dice que un 29 de diciembre, Pantaleón, hambriento y mal vestido, tocó a la puerta de unos campesinos vénetos para pedirles un poco de pan. Éstos, al ver su aspecto se conmovieron y lo invitaron a compartir su mesa, en la que solo había siete ñoquis para compartir entre ellos y el invitado.
Agradecido por el gesto de esta gente, a la que no le iba muy bien claramente, el médico-santo les vaticinó un año de prosperidad y abundancia, profecía que, finalmente, se cumplió. Esa misma noche, al levantar la mesa, una vez que Pantaleón se hubo marchado, la mujer del campesino encontró debajo de cada plato había varias monedas de oro, con las que inauguraron ese período de prosperidad que el santo de los enfermos les había augurado.
Dado que el episodio ocurrió un 29, se conmemora ese día de cada mes la tradición de los ñoquis. El ritual que lo acompaña, y que consiste en poner dinero debajo del plato, rememora el milagro producido esa noche por Pantaleón y simboliza el deseo de nuevos regalos. Superstición o verdad, hoy no vendría nada mal un buen plato de ñoquis.
Lo cierto es que en Argentina la tradición fue importada por los inmigrantes italianos de principios del siglo XIX. La costumbre se conserva intacta hasta la actualidad.