Mocha Celis: la trágica historia de un símbolo de la lucha travesti-trans.

Mocha Celis nació el 28 de abril de 1963, y es hoy recordada por darle el nombre al primer bachillerato trans de la nación argentina, y también cómo un símbolo de lucha para toda la comunidad travesti-trans del país. Nació y vivió hasta su adultez en Lastenia, una delegación que responde administrativamente a la Banda del Río Salí, ciudad del Departamento Cruz Alta de la provincia de Tucumán.

Belén Benites, una amiga muy cercana a La Mocha, que también se encontraba a pocas cuadras de su casa, creció junto a ella. Cuenta que, dentro de su familia, la llamaban “Pelé”, por su piel marrón, haciendo referencia al jugador de futbol brasilero. Sus amigas convirtieron este apodo a “La Pelé”.

El padre de Mocha Celis falleció cuando era pequeña, pero su madre, Eva Ramos, o Evita, se encargaba de la casa con su trabajo de vidente: era bastante reconocida, y también era bien gratificada. Tenía dos hermanas, Mirta y Margarita, y dos hermanos varones. Realizó sus estudios primarios en el Colegio Padre Gregorio de Jesús Díaz, y sus estudios secundarios en el Instituto Santo Cristo, aunque fue expulsada de este mismo colegio en tercer año debido a su espíritu rebelde y su sexualidad.

La Mocha pasaba tiempo en la calle con “las maricas” porque quería, en su casa no tuvo ningún problema, ni le faltó nada, según comentan sus amigas. Se juntaba con “las maricas escandalosas”, como las llamaba la propia Mocha, en el Parque 9 de Julio, donde también asistían estudiantes de colegios del alrededor de la zona. Contaban con su propio espacio allí, llamado “la jaula”, entre el lago y el antiguo aeropuerto, donde ahora hay una terminal de ómnibus. Allí también se reunían los gays, quienes los miraban mal, por la feminidad que las caracterizaba.

En este parque la gente se juntaba a “chonguear”, pero no había clientes, ya que en esa época se suponía que las maricas tenían que pagar. Pero ellas cambiaron esa mentalidad, noviando con los que les gustaban, y a los que no les gustaban, les cobraban. A veces la policía se presentaba en el parque, y algunas se tiraban al lago para escapar.

Entre 1981 y 1983, La Mocha se fue de Tucumán junto a sus amigas, a Buenos Aires. Se instalaron en dos hoteles distintos, por el espacio, y en un momento se mudaron a Banfield, a la casa de la mama de Belén, para dejar de gastar dinero en hoteles. En este momento empezaron a trabajar en las calles, moviéndose de lugar a lugar, hasta que La Mocha llego a la villa, donde se puso caderas, y vivía de día como varón, y de noche como chica. Pero eventualmente empezó a vestirse con ropa de mujer rutinariamente, y se compró una casa allí.

Allí vivió su vida junto a sus compañeras, también trabajando junto a ellas. Su madre formó una relación con las amigas de la Mocha, quien para ese momento ya era Mirta. Ella la apoyó durante toda su vida, mandándole comida, dinero, y ropa, para evitar en cierta medida que salga a trabajar a la calle. Pero la Mocha lo hacía igualmente, porque quería, y decía que era parte de su alma.

Llegó a hacer un viaje por Italia, para el cual tuvo que vender todo lo que tenía, incluyendo su casa. Estuvo nueve meses allí, disfrutando de la libertad que contaba. Cuando volvió al país, se ubicó en una casa tomada en la calle Colpayo, en el barrio de Caballito.

La Mocha y sus compañeras sufrieron múltiples ataques de la policía, quienes imponían sus reglas, diciendo dónde, cuándo y cómo debían pararse a trabajar. Por supuesto se manejaban con represión, violencia y abusos de autoridad. Cuando La Mocha era detenida, por su carácter, nunca podía ser callada. En una ocasión, cuando fue detenida e introducida por la fuerza a un Falcon, estando en la calle comprando cerveza, vino y sidra para un brindis, le llegó a gritar a los oficiales “pedazo de mierda, bien que te vas a Villa Madero a hacerte coger por todas nosotras, chupa pija”. También tuvo una historia de enfrentamientos con el sargento Álvarez de la comisaría 50 de Flores, quien en una ocasión la amenazó, diciéndole “ya vas a ver, puto de mierda, vos vas a terminar con tres tiros”.

El 18 de agosto de 1996, la Mocha salió a trabajar a Flores, territorio de la comisaría 50, y nadie la volvió a ver. Después de una ardua búsqueda, su cadáver fue descubierto por sus compañeras en el hospital Penna, al que había sido llevada desde el hospital Álvarez. Le habían disparado en la cabeza.

Después del trágico hecho, se formaron grandes concentraciones en las puertas de la comisaría. Pero nunca se logró llegar a la justicia. Los policías quedaron impunes, nadie fue juzgado y tampoco encarcelado.

A día de hoy, La Mocha llegó a inspirar la creación de un colegio para personas como ella, quien sufrió la violencia social, física e institucional por ser una travesti, por ser quien era. Se convirtió en un símbolo para la lucha, para el avance político, y para la pelea contra la transfobia.
txt: Max D



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