Personajes vinculados al barrio. Carlos de la Púa, poeta y periodista argentino.

Periodista y escritor, nacido bajo el nombre de Carlos Muñoz del Solar, pero mejor conocido como Carlos de la Púa o como el Malevo Muñoz. Nació un 14 de enero de 1898, en La Plata y falleció un 9 de mayo de 1950, en Buenos Aires. Era uno de los que frecuentaba el café Garibotto.

Llegó a publicar dos libros: uno de narrativa y el otro de poesía. El primero, bajo el título de “El sapo violeta”, y el segundo “La crencha engrasada”. Además, el Malevo Muñoz  resultó ser uno de los máximos exponentes en lo que refiere al lunfardo.

Gran amigo de otras personalidades destacadas, tales como: Gardel, Borges, Troilo, Arlt, Cadícamo. Solía frecuentar de manera sistemática los más bajos fondos del antiguo Buenos Aires. Durante estas experiencias nocturnas, se inspiraba luego para escribir su poesía, la cual- en la mayoría- era escrita en lunfardo. A continuación un fragmento:

“Vivió sacándole punta al coraje.

Prepotente y cabrero,

le gustaba clasificar los puntos del reaje,

y a los que no sabían guapear

les ponía cero.

Conocía el santo y seña del cuchiyo,

usaba taco alto

y escupía por el colmillo…”

Carlos de la Púa fue además el  autor de los tangos “Luces de París” y “Coraje y Fuego”. Escribió, también, el  guión de la primera película sonora argentina, llamada “¡Tango!”, en la cual, además, intervino la Orquesta de Juan de Dios Filiberto. Tuvo un papel actoral en la película “Galería de esperanza”.

Su labor periodística se desarrolló en el  Diario Crítica, dirigido – en ese entonces- por Natalio Félix Botana. En el mismo supo desarrollar una larga labor durante años.

Dirigió una cinta cinematográfica en el año 1934, llamada “Galería de esperanzas (Chingolo)” y, tan sólo un año después, co-dirigió el filme “Internado”.

Los restos de este gran artista argentino descansan en el Cementerio de la Recoleta. El día de su entierro, Cátulo Castillo lo despidió de la siguiente manera:

“Este personaje fabuloso en nuestra admiración se fue por una absurda escotilla hurtándose a sí mismo, privando a la ciudad de un porteño convicto y confeso de la poesía lunfardesca.”.
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