Puede que tengas hijos de tu relación anterior y estés saliendo con alguien nuevo. Puede que no tengas hijos y estés en un vínculo sentimental con quien sí los tiene. Puede que ambos tengan niños y estén intentando ensamblar una familia…
¿Qué hacer cuando los hijos de tu compañero son maleducados? Algunos de los siguientes puntos aplican también a tus propios hijos cuando de convivir se trata.
· Intenta hacer un análisis “objetivo”: ¿es la situación tan grave como la percibes? Tal vez eres muy exigente y lo que te parece mala educación es solo rebeldía adolescente, por ejemplo. Trata de analizar con claridad y sin juicio previo el escenario que tienes frente a ti. Ese niño (o esos niños) vienen de una construcción familiar previa. Pretender que encajen con tu estructura mágicamente no deja de ser una utopía. Al fin y al cabo, nadie les avisó que su madre o padre podrían llegar a formar una nueva pareja. Relájate, date y dales tiempo. Demuestra confianza en que todos aprenderán a compartir. Lo peor que puedes hacer es tratar de forzar cambios e imponerte; toda adaptación requiere paciencia y tolerancia.
· No eres su madre (o su padre): es fundamental que tengas en claro que eres la pareja del progenitor. Por ende, no eres una amiga/o de esos chicos ni su madre o padre. Tu función no es educarlos – a menos que se trate de una circunstancia familiar muy especial – ni congraciarte con ellos a fuerza de igualarte. Tener en claro tu rol te permitirá conectar de manera correcta. Conversa con ellos para que tengan en claro que no vienes a reemplazar a nadie pero hay límites a respetar.
· Respeto, la clave: no es lo mismo si los hijos de él o de ella conviven con los tuyos que si no lo hacen y vienen cada tanto de visita. Cambian las circunstancias si solo uno de los dos tiene descendencia. Sea cual fuere la situación hay algo innegociable: el respeto. Trabaja en pareja acuerdos sólidos que hagan a la interacción. Lo ideal es que en la casa haya un espacio propio para el joven. Las actitudes groseras son muchas veces manifestaciones de incomodidad de alguien que no encuentra su lugar físico y emocional y no sabe cómo expresarlo. Puede que no seas tú el único que está molesto.
· Comprensión, ante todo: puede que el o los hijos de tu pareja actúen con grosería o rebeldía, producto de los cambios familiares. En los movimientos como separaciones, mudanzas, etc. puede aparecer la pena, el temor a no ser querido, el desarraigo y tantas sensaciones como individuos e historias existen.
Cada niño y adolescente es un mundo y, así como algunos se adaptan pronto a la separación de sus padres, otros requieren mayor contención familiar e inclusive ayuda profesional. Deja de lado juicios y prejuicios. Analiza si estás teniendo poca empatía y paciencia o si realmente has puesto de tu lado todo lo que podías y la situación es inmanejable.
· Establezcan acuerdos: en toda cuestión vincular, el diálogo es fundamental. Conversa con tu pareja. Dile lo mal que te sientes cuando existe falta de respeto, pídele que hable con su hijo/a. Pregúntense: ¿cómo van a manejar la relación con los niños?, ¿quién paga qué?, ¿cuáles son las nuevas reglas, sea viviendo como familia ensamblada o con los niños de visita? Tener la madurez de poner sobre la mesa todas estas cuestiones hará que ustedes puedan crecer de a dos y los más pequeños se manejen con comodidad en un ámbito nuevo.
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