Del horror. La organización judía de tratantes de blancas lancas fue desbaratada gracias a la denuncia de una de las víctimas.
Ruchla Laja Liberman, conocida como Raquel Liberman “la Polaca” por su nombre impronunciable, nació en Berdichev, Ucrania el 10 de julio de 1900, siendo niña emigra a Varsovia con sus padres.
Según José Luis Scarsi, Investigador Titular de la Biblioteca Nacional,
ella no vivió el calvario de llegar engañada y quedar atrapada en un prostíbulo, sí otras chicas fueron traídas de esa manera y esclavizadas sexualmente.
“Raquel declaró que vino engañada y que fue obligada a prostituirse. Mintió. Sí había proxenetas que viajaban de Argentina a Europa buscando chicas, -afirma- también había ‘agentes’ allá que las reclutaban. Pero ella llegó en 1924 con sus dos hijos para encontrarse con su esposo, Yaacob Ferber, que había inmigrado un año antes”, afirma Scarsi. Otras versiones sostienen que llegó a la Argentina el 30 de septiembre de 1922, viuda y con dos hijos.
Conforme a la reconstrucción llevada a cabo por el investigador, la polaca tenía una cuñada llamada Elke, que oficiaba de madama de un burdel en Tapalqué, a unos 230 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. Yaacov vivía con ella.
No se sabe si Raquel sabía de esto antes de llegar al país o si creía que su trabajo sería ayudar a su marido, que era sastre (pero aparentemente nunca consiguió trabajo y vivía de su hermana).
Elke es indagada en 1930 durante el proceso judicial y aparecen cartas de Raquel a su marido desde Polonia, en las que sale a la luz la verdadera razón por la que escapa de Polonia huyendo de una pobreza que relata en cada carta como un infierno.
Yaacov muere y el esposo de Elke se enferma gravemente. Es ahí que la cuñada de Raquel se pone en contacto con la Sociedad de Socorros Mutuos Varsovia, para poder darle sepultura a su hermano en el cementerio de Avellaneda y conseguir atención médica y medicamentos para su esposo en Buenos Aires. Así habría comenzado la relación de la protagonista de esta historia con la mutual porteña, que en 1929, cambió de nombre y pasó a llamarse Zwi Migdal, o “gran fuerza” en idish.
Elke era ahora sometida y prostituida, en un burdel de la calle Sarandí, mientras que Raquel era prostituta en otra casa de esta red ubicada en Valentín Gómez 2888. “A diferencia de otras chicas que recibían casi nada, o sólo para comer y asegurarse un lugar donde dormir, ella se quedaría con el 50% del dinero. Ese habría sido su arreglo”, según reconstruye Scarsi. Aunque en algún momento de su relato aclara que “En sus países pagar por sexo costaba lo mismo que medio kilo de papas (lo dice en sentido literal, según los registros). En cambio, desde acá, podían enviar dinero y joyas a sus familias. (?)
¿Cómo consigue Raquel desmantelar esta red de trata? y ¿Por qué es atendida por la Justicia siendo una prostituta en la década del ’30?, la versión de Scarsi sostiene que “La red se cae por la exposición mediática en el centro del creciente antisemitismo de la Década Infame que se obsesionaba por mostrar a los judíos como los encargados de la prostitución en el país, cuando sólo representaban una parte menor frente a los franceses. Diríamos que fue por ‘condena pública’, y no por actuación judicial.”
De los más de 400 implicados en el negocio de la prostitución de la Migdal (muchos escaparon gracias al aviso de policías corruptos), hubo 108 procesados y sólo dos condenados. Uno de ellos, por haber estafado a Raquel.
La versión mediática cuenta que Raquel logra pagar por su libertad, salir del prostíbulo y empieza a trabajar vendiendo antigüedades en un local de la calle Callao, propiedad de Salomón José Korn, otro “rufián enviado por la organización”.
Korn, le roba 60 mil pesos que ella había conseguido reunir y la obliga a prostituirse nuevamente.
“El robo es real, Korn le saca la plata y compra una casa en la calle Oro, en Palermo, donde instala un prostíbulo. Raquel reclama su dinero, frente a los principales directivos de la organización. Se lo exige a Simón Brutkievich, el presidente de la Migdal. Ahí hace la denuncia contra Korn y contra Jaime Zingisser, el dueño del prostíbulo de Once donde había trabajado. La clave es que ella reclama en principio por ese dinero, no contra la trata. Cuando ve que no tendrá suerte, en marzo de 1930, denuncia a la Zwi Migdal.
El comisario de la policía, Julio Alsogaray, un hombre moral y con reputación de persona incorruptible, escuchó a Raquel y decidió actuar. Durante años había querido poner sus manos sobre los miembros de Zvi Migdal, pero se encontró con un muro de silencio. Ante la gran posibilidad que se le presentaba, Alsogaray preguntó a Liberman si estaba dispuesta a testificar ante un juez, y la respuesta que obtuvo fue contundente. “Solo se muere una vez. No retiraré los cargos”.
Algunos datos sobre la sociedad.
Fundada originalmente en 1906 bajo el nombre “Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Varsovia”, cuya personería jurídica figuraba inscripta en Avellaneda y contaba con unos 500 socios afiliados.
Bajo esa fachada, funcionaba la mayor organización judía de proxenetas de la Argentina, que se distinguía por traer mujeres de Europa, sobre todo en Polonia -por eso “polaca” fue el apodo genérico utilizado a comienzos del siglo XX para referirse a la prostituta judía- y que llegó a ocupar el segundo lugar de importancia detrás de la red de prostitución francesa.
La denuncia de Raquel Liberman generó un gran revuelo en la prensa y en la comunidad judía y abrió una causa de más de 5.000 folios. El juez Rodríguez Ocampo ordenó una redada y detuvo a 108 personas (muchos con prontuario); aunque luego de unos meses -salvo algunos presos que quedaron adentro por causas accesorias o cuentas pendientes de otra índole- los detenidos salieron libres.
“En realidad era claro que todos operaban como proxenetas, pero no se pudo probar la figura de `asociación ilícita’, por lo que la causa quedó en la nada: sólo se desmanteló la personería jurídica de la asociación, pero los rufianes siguieron trabajando en forma individual”.
De Raquel Liberman sólo se supo que volvió a vivir con sus hijos y que en 1934 gestionó una visa para regresar a Polonia; retorno que nunca pudo concretar porque murió un año después a los 35 años.