Ley de reforestación de la Ciudad, sancionada por la Legislatura, focalizada en las comunas 3, 9, 10 y 14.

Los árboles disminuyen el efecto de la isla de calor, atenuando los extremos de temperatura, mitigan los vientos y contribuyen a reducir el riesgo de inundaciones repentinas.

Una ley sancionada el jueves 26 de noviembre por la Legislatura establece que la Ciudad de Buenos Aires deberá incorporar 100.000 árboles anuales, en el marco de un programa de reforestación focalizado en las comunas 3, 9, 10 y 14, por ser las que registran los más bajos niveles de arbolado.

Según el relevamiento de arbolado público realizado en el año 2018, había en la ciudad, un total de 431.326 árboles distribuídos de la siguiente manera: 370.916 se encontraban en veredas, mientras que 60.140 se hallaban en plazas, parques y jardines. El censo de 2018 arrojó también que hay 20.132 planteras vacías y otras 9.027 subocupadas con especies de pequeño porte.

El proyecto tiene el objetivo de conseguir un 35% de cobertura arbórea del espacio aéreo de la Ciudad en un plazo de siete años, a partir de la entrada en vigencia de la ley.

La normativa fue aprobada casi por unanimidad y prevé plantar un mínimo de 100.000 especies autóctonas nuevas por año.

“La definición de los lugares de plantación se realizará en función de aspectos ambientales, paisajísticos y utilitarios. Se priorizarán las planteras de alineación vacías o subocupadas. Y los espacios de dominio público de las comunas que registren menor cantidad de ejemplares, conforme los datos del último censo realizado”, constituye la ley.

El nivel de arbolado de las comunas focalizadas son: la 3, compuesta por los barrios de Balvanera y San Cristóbal, con 11 por ciento, comuna 14, comprendida por el barrio de Palermo, con 15 por ciento; la 9, que nuclea los barrios de Liniers, Mataderos y Parque Avellaneda, con un 15; y la 10, Villa Real, Monte Castro, Versalles, Floresta, Vélez Sarsfield y Villa Luro con 17 por ciento.

Los fundamentos explicados en la sesión señala que los árboles disminuyen el efecto de la isla de calor, atenuando los extremos de temperatura, mitigan los vientos y contribuyen a reducir el riesgo de inundaciones repentinas.